viernes, 2 de febrero de 2007
Mitología para un mundo lógico

Me he trasladado, a partir de ahora podéis encontrarme en www.hilodeariadna.net

Borges solía decir -reivindicando el símbolo del laberinto sobre el que tanto gustaba discurrir y, por supuesto, no hablaba del país sino de cuestiones más generales- que si había un laberinto, entonces el hombre estaba salvado pues el laberinto era garantía de arquitectura, en franca oposición al caos. Y esta preferencia borgiana por el laberinto se sostenía aun sin importar si en su centro se hallare el cielo o el infierno.

Pues vaya arquitectura la del laberinto nacional y pocas dudas sobre lo que se hallará en su centro... Pero contradiciendo al maestro indiscutible de las letras, aunque no de las ideas políticas: cuán fértil se nos presenta el caos si se lo mira desde el desértico laberinto del cual -como sociedad, como Nación, si no es mucho pedir- habrá que desmontar la lógica para encontrar la salida.

Cuenta el mito que el hilo que Ariadna, hija de Minos -Rey de Creta-, entregó a Teseo, héroe ateniense, fue lo que le permitió a éste desandar el vasto laberinto del cual nadie había salido con vida y aun salvar a otros, una vez que acabó con el Minotauro que exigía el sacrificio de los mejores jóvenes atenienses, cada nueve años.

Nótese que para montar el escenario trágico fue necesario un Minotauro, monstruo mitológico que exige inhumanos tributos; un Rey de Creta que manda construir el laberinto, coloca en el centro al monstruo y pone como condición para aplacar su furia periódicos sacrificios humanos y un Dédalo, artista diligente que brinda arquitectura a la pesadilla. Personajes centrales del relato mítico a los que la antipatía popular, la necesidad de figuras heroicas, el gusto por las historias de amor o simplemente la memoria selectiva (eufemismo de la desmemoria) han relegado al olvido, poniendo en el foco a Ariadna y a Teseo.

¿Y qué hay del hilo, también injustamente relegado? Algunos escépticos podrán objetar que un ovillo de hilo no justificaría estas líneas y a ellos se les podría responder desde ciertas teorías sobre el relato y hablarles del valor de los objetos en la dinámica de las acciones, los personajes y las transfiguraciones. Se sabe que los relatos son la historia de una transformación: ni Minos, ni Dédalo, ni Ariadna, ni Teseo, ni el Minotauro, ni el laberinto, ni el ovillo de hilo son, al finalizar el relato, lo que eran en el comienzo. La valentía de Teseo y el recurso del hilo hicieron la diferencia. Pero la valentía de Teseo sin el hilo, acaso equivaliese a un nuevo sacrifico de atenienses ante el Minotauro.

El hilo. Un hilo que siendo ovillo tenga un extremo, la punta del ovillo, un lugar desde donde comenzar. La punta de ovillo que permita ingresar en el laberinto y salir a buen seguro haciendo un ovillo nuevo. No se omitirá recordar que el joven Teseo llevaba también una espada. Por si acaso.
Claudia Marcela Segretin
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1 Comments:
Anonymous Anónimo opina que...
Y, por si acaso, llevaba un beso.